Cuando el Campeador llega a la taifa de Sevilla, coincide con un momento en el que el príncipe de Granada acosaba y hostigaba al sevillano, apoyado por cuatro poderosos caballeros castellanos,
fieles vasallos también del rey Alfonso: el conde García Ordóñez de Nájera y
Fortún Sánchez, casados ambos con sendas infantas de Navarra, Lope Sánchez,
hermano del segundo, y Diego Pérez. Enterado el Cid de esta situación y
creyendo su obligación defender a su tributario Almutamid, escribió al
gobernante de Granada y a sus aliados cristianos para que desistiesen en sus
amenazas; pero éstos, haciendo caso omiso de las advertencias, atacaron las
tierras del sevillano, saquearon todos los lugares a su paso y llegaron en sus
incursiones hasta el castillo fronterizo de la población de Cabra.
Insistió Rodrigo en su defensa y, poniéndose al frente de la
pequeña hueste que lo había acompañado en su empresa, se dirigió al encuentro
de los invasores; trabose una dura y larga batalla en la que los granadinos
sufrieron una gran derrota, y fueron hechos cautivos los caballeros cristianos
que formaban parte de las tropas vencidas. Como prueba de su victoria, el de
Vivar retuvo a los prisioneros durante tres días y humilló públicamente al de
Nájera cortándole la barba una pulgada, lo cual estaba considerado como una
afrenta gravísima y causa de enemistad perpetua al conde García Ordóñez, a quien mantiene tres días
prisionero, le quita gran riqueza y le hace sufrir el ultraje de mesarle las
barbas. Esta era una de las mayores y graves ofensas que podía padecer un
caballero.
Por aquel entonces, la ley quedaba registrada en los "Fueros",que condenaba al atacante a pagar, en favor de la victima, una crecida suma de dinero por cada "pulgarada" o mechón de barba que hubiere arrancado o que, si no tuviese dinero, sufriera a su vez el ser mesado en las suyas, debiendo, en el caso de ser lampiño, soportar que le cortaran una pulgada de carne en la mejilla. El "Fuero de Brihuega" indica que el afrentado debía recibir alimentos y vestidos del ofensor mientras "que aya el cabello eguado como ante lo avie".
Por aquel entonces, la ley quedaba registrada en los "Fueros",que condenaba al atacante a pagar, en favor de la victima, una crecida suma de dinero por cada "pulgarada" o mechón de barba que hubiere arrancado o que, si no tuviese dinero, sufriera a su vez el ser mesado en las suyas, debiendo, en el caso de ser lampiño, soportar que le cortaran una pulgada de carne en la mejilla. El "Fuero de Brihuega" indica que el afrentado debía recibir alimentos y vestidos del ofensor mientras "que aya el cabello eguado como ante lo avie".
Esta victoria enaltece y consagra a Rodrigo Díaz de Vivar
ante los ojos de los moros, que desde aquel entonces le llaman Cid (Sidi
significa señor) Campeador, que quiere decir batallador.
Espada del Cid en la Fortaleza de Cabra
Campo de armas de la fortaleza
CÓRDOBA DE TRIUNFOS
Poco más de medio siglo había transcurrido tras la llegada de Fernando III a Córdoba 1236, cuando un sencillo fraile del convento de Ntra Sra. de la Merced, Fray Pedro de Sousa, que repartía su actividad cristiana entre el convento y asistir a los pobres, cayó enfermo por la epidemia que asolaba la ciudad, cuando entre sueños se le apareció el Arcángel San Rafael (Medicina de Dios) para anunciarle que " Dios satisfecho de lo que el obispo había hecho con sus oraciones y la de otras personas de la ciudad, intercedería ante su Madre para proteger a esta ciudad, si colocaban su imagen en todas las torres de sus iglesias, y en la de la catedral", pero en aquél momento, la torre aún era el minarete de la Mezquita Catedral, por lo que no pudo ser posible cumplir la petición.
San Rafael coronando la torre de la Catedral
Cuando Fernando III entra en la ciudad en 1236, los musulmanes dejan como herencia un cinturón de murallas que divide la ciudad en dos sectores: la Villa –antigua al-Madina- y la Axerquía –antigua al-Sharqiyya-, con sistemas constructivos distintos, siendo el de la Villa de mayor calidad, como pudo ser probado por los cristianos en el mismo momento de la invasión, muy fácil en la Axerquía mientras que, sin embargo, exigió de seis meses de asedio en el caso de la Medina.
Debido al paso del tiempo y de los conflictos, éstas se fueron degradando, sufriendo continuas reparaciones, tanto musulmanas como cristianas, siendo confundidas éstas últimas con las musulmanas. Las reparaciones de los lienzos califales, para los que se
empleó sillería a soga y tizón, mientras que las restantes, la mayoría son de tapial.
Es en esta momento cuando Fernando III, divide la ciudad Collaciones, circunscripciones
administrativas cuyo centro era la iglesia. En Córdoba Fernando III creará
catorce, siete en la Villa (Sta. María, S. Nicolás de la Villa, S. Juan, Omnium
Sanctorum, S. Miguel, S. Salvador y Sto. Domingo de Silos) y siete en la
Ajerquía (S. Nicolás de la Ajerquía, Santiago, Santa Marina, S. Pedro, S.
Andrés, S. Lorenzo y la Magdalena). En el siglo XIV se creará una nueva, la de
S. Bartolomé, que abarcaría parte de la de Sta. María (Catedral) y el nuevo barrio
del Alcázar Viejo, son las denominada Iglesias Fernandinas, unas de las Rutas de Rutas Accesibles por Córdoba.
La estructura de estas
collaciones era de forma radial con la parroquia como centro; frente a la
parroquia una plaza donde desembocaba la calle principal de la collación,
algunos de estos nombres han quedado
fosilizados en el callejero actual, como
por ejemplo la calle Mayor de Santa Marina, que unía la desaparecida Puerta del
Colodro con la iglesia.
Dibujo anónimo
de la ciudad de Córdoba (1752). Archivo de la Catedral de Córdoba.
Colección Vázquez Venegas, volumen 260/1-2, p. 1a
Colección Vázquez Venegas, volumen 260/1-2, p. 1a
Restos de murallas de la Puerta del Colodro
Lienzo de muralla de Ollerias
Muralla del Adarve (calle)
La Córdoba del s. XVII
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